Instituto Polar Scott en el Ártico: la última frontera que "hace agua"

Instituto Polar Scott en el Ártico: la última frontera que «hace agua»

ROSA M. TRISTÁN

Julian Dowdeswell, director del prestigioso Instituto Polar de Investigación Scott (Universidad de Cambridge, Gran Bretaña), tiene suficientes datos en su mano para afirmar que los hielos del Ártico están condenados salvo que, de hoy para mañana, cambiemos de un plumazo nuestro empeño en liberar dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera terrestre. En una conferencia ofrecida dentro del ciclo «El Ártico, la última frontera» (organizado por la Sociedad Geográfica Española en la Fundación Ramón Areces), Dowdeswell aseguró que para el año 2040 «el hielo desaparecerá en invierno del Ártico» e hizo una descripción desoladora, acompañada de un buen número de gráficos basados en observaciones científicas, de la situación de los glaciares. El científico, que lleva 15 años al frente del SPRI, mostró interés por el proyecto Trineo de Viento, del que tuvo ocasión de ofrecerle información su promotor y creador, Ramón Larramendi.

En relación con los glaciares, el geógrafo británico explicó cómo han retrocedido en todo el Ártico, generando problemas en el balance de masas del hielo. «Los satélites nos dicen que en 2002 en Groenlandia se fundía el 30% de la capa de hielo en verano y en 2010 lo hizo el 80%. He sacado fotos en la superficie con auténticos lagos. Además, la velocidad de los glaciares se ha duplicado de 6 kms/año a 12 km/años», señalaba.

No menos preocupante es la situación del hielo marino ártico. «Desde los años 70 y 80 del siglo pasado han desaparecido tres millones de km2 de hielo, que ahora es agua. El hielo refleja la luz solar, pero si se funde, se convierte en agua oscura  y por tanto absorbe más calor, se calienta más y hay menos hielo al año siguiente. Eso será mejor para el transporte, porque permitirá cruzar el Paso del Noroeste y ahorrarse 1.000 millas respecto al Canal de Panamá, pero generará muchos problemas para los humanos y para los animales».

A partir de los años 70 la tendencia de temperatura cambia se dispara desde 2000. El último 2016.

Entre estos problemas, destacó el impacto en la circulación oceánica, que controla precisamente el hielo Ártico gracias  al agua y la sal: al formarse hielo, la sal se expulsa y el agua se hace más densa y fría, luego más pesada, por lo que baja de nivel hasta la corriente que va al ecuador; luego hay un flujo de retorno. Pero calentarse los oceános se expanden y sube su nivel. Eso si, precisó  que con el deshielo actual en Groenlandia, no hay riesgo se pare esa corriente oceánica fundamental.

El investigador británico recordó que si en el siglo XX el nivel del mar subió 1,8 mm al año, en el siglo XXI lo hace 3,4 mm/año, casi el doble. Y comentó que en Londres ya están preparando reformas  en la barrera sobre el Támesis para hacerla más alta y proteger a los ciudadanos y sus bienes, si bien mencionó que en Bangladesh no tendrán tanta suerte. «El Ártico es la parte más sensible del sistema climático global», dijo.

Mencionó, asimismo, el peligro del calentamiento para el permafrost, la tierra helada, por cuanto supone que en 25 millones de kms2 puede descongelarse, sacando a la luz una vegetación que al pudrirse genera más metano, hoy contenido bajo la superficie.

En la Antártida, frente a quienes señalan que allí hay más hielo, Dowdeswell apuntó que «efectivamente algunos glaciares el este están estables, pero preocupa la capa  en la zona oeste, donde el hielo retrocede en zonas interiores, bajo el nivel del mar. «Y si la zona estable deja de serlo, el nivel del mar pude aumentar hasta un metro y medio este siglo», auguró.

Respecto a las predicciones, recordó que hoy hay muchos mejores sistemas de medición científica que en el pasado, desde satélites a radares, pasando por los testigos de hielo, que en la Antártida nos permiten saber cómo era el clima hace 900.000 amos y hasta 120.000 años en el Ártico. Precisó que, aunque existen 20 modelos predictivos diferentes, todos apuntan en la misma dirección: los estudios de temperaturas entre 1850  y 2016 revelan un cambio de tendencia hacia el calentamiento sobre todo desde los años 70, cuando se ha duplicado la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, y que la zona que más lo sufre es el Ártico, más sensible a ese aumento. Es decir, detrás está la mano humana. «Si dejáramos de emitir totalmente CO2 totalmente y ahora, la temperatura global para 2100 subirá unos 2ºC , pero si siguen aumentando  las emisiones, hasta casi 6ºC;  lo más problable es que ni lo uno ni lo otro, que haya un aumento promedio global de 4ºC, que serán 8ºC en el Ártico».

El director del SPRI explicó cómo fenómenos naturales, como las erupciones volcánicas, también afectan al cambio climático al expulsar partículas a la estratosfera: «En los años 90, con la erupción del Pinatubo vimos su impacto durante 18 meses», dijo.

A preguntas del público sobre el posicionamiento de Rusia ante los cambios en el Ártico, respondió: «El Paso del Noreste a través del Estrecho de Bering, va a ser más fácil de navegar y antes que el Paso del Noroeste, donde hay más isla y el hielo está más protegido, así que los rusos, que dejaron el Ártico tras la Guerra Fría, están invirtiendo en nuevos puertos. Se están preparando».

OTROS GRÁFICOS  SIGNIFICATIVOS APORTADOS POR  JULIAN DOWDESWELL

Disminución de hielo polar en el Ártico.

Predicciones para 2100 de aumento de temperaturas según CO2.

Deshielo superficie helada de Groenlandia en 10 años.