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Jun 23

Ana Cabrerizo: ‘La aventura de hacer ciencia en los polos’

ANA CABRERIZO*

Investigar es una permanente “búsqueda”. Una búsqueda que lleva a aventurarse hacia el conocimiento de lo desconocido. Aventurarse es arriesgado y no es hasta el final donde la aventura cobra sentido. Esto parece haber llevado a Ramón Larramendi a diseñar un vehículo capaz de navegar por los hielos de las regiones más recónditas y a la vez más impresionantes del planeta, el Ártico y la Antártida.

Un vehículo que utiliza una energía limpia y renovable, el viento, y que en las regiones polares no es el factor limitante. Un trineo movido por cometas, pero de mayor tamaño que las que solíamos usar cuando éramos críos y capaz de llegar a los lugares más inaccesibles del planeta sin producir emisiones de contaminantes, algo que parece prácticamente imposible a día de hoy. Una herramienta que al igual que a otras ciencias como la glaciología, física, etc a los que estudiamos la presencia y la dinámica de los contaminantes atmosféricos a nivel local y global, se nos ofrece como muy útil para investigar en aquellos lugares donde apenas existen datos, como el continente antártico debido a su inaccesibilidad.

El Ártico y la Antártida son los paraísos científicos para aquellos que estudiamos los Polos. Los lugares más frágiles y remotos del planeta y a la vez los más vulnerables a los procesos de cambio climático y a los denominados contaminantes orgánicos persistentes. A pesar de las “barreras” naturales tales como la circulación oceánica y atmosférica, las regiones polares han acumulado contaminantes en agua, sedimento, hielo, biota debido al trasporte atmosférico de los contaminantes producidos en los continentes industrializados y que han sido capaces de llegar hasta allí y depositarse debido a las bajas temperaturas, en un proceso llamado “atrapamiento frio”. Contaminantes que son realmente persistentes, tóxicos incluso a bajas concentraciones y que cuentan con elevadas vidas medias. Un aumento de temperatura producido por un cambio climático podría suponer una liberación de aquellos contaminantes allí secuestrados y cuya magnitud e impacto a día de hoy es desconocida. Es aquí, en el muestreo y determinación de estos contaminantes, mediante el uso de muestreadores pasivos, acoplados al trineo ideado por Ramón Larramendi, lo que nos podría suponer una herramienta de gran ayuda en las futuras expediciones a los sitios más inaccesibles de los Polos. Una ayuda que se uniría a la investigación científica que España lleva actualmente en los Polos y que permitiría seguir avanzando en el desarrollo de la ciencia polar. Un trineo, a priori, básico y sostenible que estoy convencida que supondrá una revolución científica.

 *Ana Cabrerizo trabaja actualmente en Italia como investigadora postdoctoral en el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Comisión Europea, en la Unidad de Aire y Clima de dicha entidad. En sus investigaciones ya ha utilizaod datos recogidos por el Trineo de Viento en la Antártida, en 2011-2012, sobre contaminantes orgánicos.

 

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