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Jun 28

1.000 kilómetros movidos por el viento

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Los expedicionarios del Trineo de Viento, que iniciaron su ruta hace 15 días en el oeste de Groenlandia, ya han recorrido 1.000 kilómetros de una ruta de 5.000, que supondrá la primera circunnavegación de la isla por su desierto interior de hielo.

El viaje, liderado por el explorador polar Ramón Larramendi, y patrocinado por la agencia Tierras Polares, continúa a buen ritmo, a pesar de los problemas que se están encontrando con el viento, que no siempre ha sido a favor, y de lo que supone probar un modelo de vehículo nunca antes utilizado en ese territorio. Junto a él viajan Karin Moe Bojsen, Manuel Olivera, Hugo Svenson y Eusebio Beamonte. Juntos, realizan un diario del viaje que puede leerse en el Blog del Viaje.

Los cinco dejaron Kangerlussuaq (al suroeste de Groenlandia) el pasado 3 de mayo para llegar a un punto sobre el hielo (a 150 kilómetros) donde necesitaron tres días para acondicionar el trineo y practicar el pilotaje de las cometas, que sólo Larramendi había manejado antes. La auténtica salida fue el día 7, jornada en la que hicieron 166 kilómtros en 10 horas continuas de navegación, siempre hacia el norte.

Al día siguiente siguieron ruta, pasando cerca del glaciar de Ilulissat, uno de los más activos del Ártico. Incluso en algún momento rozaron los 40 km/h, aunque la media fue más comedida: 16 km/h.

Los días siguientes, la situación meteorológica se complicó, dado que un viento lateral dificultó el manejo de las cometas. «No podemos avanzar porque el Trineo sufre demasiado al llevar una tonelada y media de peso, y hemos roto algunas poleas y una cometa con el exceso de tensión. Esperaremos a que cambie el viento a mejor», señalaba Larramendi desde el desierto helado de Groenlandia.

El explorador polar está acostumbrado a ese ritmo desigual en las expediciones: «Hay que avanzar cuando se puede, pero también saber parar y esperar a que las condiciones mejoren, no merece la pena forzar el viaje y siempre hay cosas que hacer», indicaba.

Los días de parada los han aprovechado para reforzar las estructuras del Trineo, realizar simulacros por si hay una gran tormenta y para poner en marcha los experimentos del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC) sobre caracterización de la nieve. El ingeniero Manuel Olivera es el responsable: «Tengo que recoger nieve con un muestreador cada 100 kilómetros y completar los datos haciendo un agujero de un metro cada 400 kilómetros. Se mide su tempertura y su densidad. Ya he realizado dos», afirmaba el pasado fin de semana.

El día 14, con el cambio de viento, finalmente pudieron reiniciar la marcha. Una etapa de 220 kilómetros les situó ya en lo más alto de la meseta ártica, a 2.700 metros de altitud. «Aquí ya podemos evitar los vientos raros que había cuando estábamos cerca de la costa. Estamos ya en el punto que queríamos», explicó el explorador.

Desde entonces ya han recorrido en total 1.000 kilómetros, siempre rumbo al norte, aproximándose a la región de Thule.

En su camino, han pasado por el lugar que fue la tumba del científico alemán Alfred Wegener,  que murió allí en 1930 y hoy se estima que está sepultado por 100 metros de nieve. «No hay ninguna señal, pero por las coordenadas sabemos que navegamos por allí», aseguró Larramendi, gran admirador de su trabajo.

Wegener fue el padre de la teoría de la deriva continental (adelantó a principios del siglo XX que las plataformas continentales se mueven) y también uno de los primeros científicos interesados en estudiar el clima en Groenlandia, donde realizó varias expediciones en las que también usaba cometas. No para viajar sino para estudiar los vientos.

La vida a bordo del Trineo de Viento se organiza en turnos de dos personas (Karin-Hugo y Manuel-Eusebio) entre los que se reparte el  promotor del Trineo y de esta expedición, Ramón Larramendi. «Somos un grupo compacto. Ha costado organizarnos, pero ahora todo funciona a la perfección. Hacemos turnos de dos horas, dos descansos de cuatro horas y otros dos turnos de cuatro horas. Cuando coincidimos los cinco en la tienda de 10 metros cuadrados esto es cuando estamos más apretados. Pero estamos convencidos de que vamos a terminar con éxito y demostrar que este vehículo es muy útil para la investigación polar española», concluye el jefe del equipo.

 

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